Peste Negra: la epidemia que asoló Europa

Los bubones crecían en el cuello, las axilas o la ingle; las manchas de color oscuro aparecían en la piel. Eran dos manifestaciones de una misma enfermedad desconocida por los europeos: la peste. En 1347, en su retorno a Génova después de una expedición mercantil que los había llevado a un lejano puerto en el Mar Negro, unos comerciantes hacían escala en Sicilia. Algunos de ellos presentaban los signos de una enfermedad desconocida, que habían contraído por contacto con unos soldados mongoles procedentes del interior de Asia. 

Era la peste bubónica –llamada así por los ganglios o “bubones” que nacían en las ingles o las axilas– o la "peste negra", como se la denominó por las placas de color negro azulado que se formaban en la piel. Su difusión fue vertiginosa e imparable. 

A través de los distintos puertos del Mediterráneo, penetró hacia el interior de Francia, Italia, España, Alemania… No hubo región de la Europa occidental y del Magreb que se librara del flagelo. Su poder destructivo tampoco tenía precedentes. Hubo ciudades que perdieron la mitad de sus habitantes, mientras que en el campo las aldeas quedaban despobladas y las tierras de cultivo abandonadas. La "gran mortandad", como se la llamó, no hizo tampoco distinciones de clases ni de religión. El rey castellano Alfonso XI murió a consecuencia del contagio, que prendió igualmente en los reinos musulmanes del sur de España y del norte de África. El impacto psicológico de la peste fue también enorme. 

Para explicar la desgracia, algunos encontraron un fácil chivo expiatorio en los judíos, a los que se acusó de envenenar los ríos y las aguas, lo que dio lugar a progroms en diversas regiones. Otros preferían explicar el fenómeno por una conjunción astrológica. Pero los más interpretaron la peste como un castigo de Dios por los pecados de los hombres. Hacia falta, pues, un acto de expiación, como los que llevaron a cabo los grupos, a veces multitudes, de flagelantes que se formaron en diversos países de Europa. 

En las décadas siguientes se percibió un renacer del sentimiento religioso entre buena parte de la sociedad, aunque para una minoría la peste demostraba que la vida era breve y que no habíamás que disfrutarla mientras durara.
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