Entrevista a Roberto Canessa: Julio de 1974

-¿Qué repercusión tuvo “VIVEN”?
-La gente vio las cosas, tal como fueron, a través del libro. Se dio cuenta de que nuestra intención no era el exhibicionismo sino que éramos tan sólo unos pobres tipos que tuvieron que salvar su vida. Nuestra presentación en los medios de difusión europeos y estadounidenses no fue vana: queríamos que la gente viera que la historia es real, que detrás del libro hay gente que existe. El libro es una respuesta a esa especial sensibilidad respecto de la antropofagia que reinó durante cierto tiempo: el libro prueba que con eso solo no se salía del paso.

-¿Cómo los recibieron en Europa y Estados Unidos?
-En Estados Unidos hicimos como ochenta entrevistas en radio, diarios y televisión. Estuvimos, durante más de dos horas en el show de David Susskind: allí nos mandaron 3.500 cartas. En Francia, según decían, teníamos el problema de la campaña electoral: opinaban que la gente estaba en otra cosa, No fue así: en un programa televisivo, al que asistieron un profesor de nutrición, un cura y el matrimonio Nicolich (padres de un chico que no volvió), programa que cuenta con 250 líneas telefónicas, recibimos cuatro mil llamados. Se vendieron 100.000 libros de entrada. En España no queda uno solo.

-¿Fueron contratados por la editorial?
-En absoluto. Íbamos a decir lo que sentimos ahora, sinceramente. Justamente lo que a la gente le impresionó fue nuestra espontaneidad: vieron que en realidad Somos unos enamorados de la vida, en lo que nos toque vivir. La experiencia pasada nos sirve para vivir hoy.

-¿Cómo es el contrato que tienen con la editorial?
-Incluye todos los derechos desde hacer una camiseta con nuestro nombre hasta una película. Por el derecho de publicar la historia en tapa dura nos dieron, de entrada, 250.000 dólares. Después hay miles de derechos más. Este libro se ha transformado, por qué ocultarlo, en un montón de plata. Mucha gente piensa que somos comerciantes...pero desde que sacamos un pie de la montaña ya lo sabíamos: debíamos enfrentar la realidad. Entre tantas otras cosas, el dinero es una realidad.

-¿Qué hicieron con tanto dinero de golpe?
-Es mucho más difícil dar cuando uno tiene que cuando no tiene. Al principio yo pensé: "Esto es mío me lo dan a mí porque es mi vida y además ellos también lo usan", No quería dar nada a nadie. Pero después hicimos escuelas, ayudamos a gente que lo necesitaba. El dinero me pertenece, yo sé que nadie me va a regalar nada. Prefiero que digan: "Mira Canessa, qué bien que está", y no que digan: "Mira Canessa, pobre, qué mal que está".

-¿Tuvieron dificultades entre los dieciséis para tomar la decisión de publicar un libro?
-Relativamente. En un principio las hubo. Pero después nos dimos cuenta de que era el camino más corto para acabar con los rumores, los malos entendidos, las preguntas fuera de lugar. pretendíamos, eso si, que se respetara la verdad. Si ahora alguien me pregunta qué pasó, le digo: "Mira, lee el libro". Además hay otra cosa: ya han aparecido once libros piratas en los que supuestamente se cuenta la historia, con implicancias sexuales inclusive. El tema daba para que se hiciera una gran mezcolanza y nunca faltan los oportunistas. Con el libro, entre otras cosas, defendimos la verdad, que fue bastante dura, por cierto.

-¿Qué opinión te merece el libro?
-Algunos pensamos que la solidaridad Que había existido en la montaña no estaba cabalmente reflejada, que le faltaban algunas vivencias personales y el espíritu con que vivimos allá. Read, el autor, dijo que ese es su estilo y que el lector tiene que sacar sus propias conclusiones. Yo pienso que el libro es un relato verídico de los hechos durante setenta días, aunque Read no
haya contemplado los sentimientos."Lo importante del libro es que no falta nada de la verdad objetiva, y que no se oculta ningún hecho. Todas las partes que la gente imagina, digamos las más macabras, están. Cualquiera puede ver que detrás de toda una parte material triste existe la solidaridad, la generosidad. El libro es un poco duro, pero hubiera sido espantoso hacer un libro rosa. y por encima de toda conjetura, hay una realidad incontestable: una persona es tres cosas: la primera, como la ven los demás; la segunda, como se ve ella, y la última, como en verdad es.
El libro está hecho así, ya que además de la versión particular está siempre la versión de los otros quince.

-¿Cómo te sentís a raíz de esta repentina popularidad internacional?
-Lo importante, como dijo no sé quién, no es ser una persona conocida sino una persona que valga la pena conocer. Eso es lo que yo siento: mucha gente me mira pensando en el pasado. Ahora quiero que me valoren por lo que yo soy. Por otra parte, la popularidad te facilita muchas cosas: cuando voy al banco, por ejemplo, me reconocen enseguida y no me oponen la menor dificultad. Pero también hay días en que quiero estar solo, ser dueño de mi. La gente cree que es dueña de ti, que tiene derecho a saber las cosas más banales de tu vida. En fin. Por otro lado, con el libro estás entrando en la persona que lo lee, estás dándole algo. Algunos me dijeron: "Cuando agarré el libro no lo pude dejar, y cuando lo cerré pensé que tenia que valorar la vida". Eso es bueno.

-Probablemente con el viaje, la popularidad, los miles de reportajes, te estarás alejando de lo que viviste en la cordillera...
-Sí a veces siento que de tanto hablar estoy perdiendo ese valor. Otras, en cambio, pienso que me pasó, se acabó y chau, a otra cosa. Del viaje, a mi lo que me gustó fue ir a pasear. pero además tenia que responder a una expectativa de la editorial. Concluí que lo mejor posible para ellos era dar algo que es mío. Soy yo el que habla, y si lo hago es porque creo que detrás de todo esto hay algo que habla del hombre, que habla de todos. Creo que antes de la montaña era igual a todos, y que allí arriba no era distinto de los demás: eso es bueno que se sepa, puede servirle a la gente.

-¿El resto de tus compañeros estuvo conforme con que viajaran ustedes dos?
-Bueno, nos invitaron a nosotros, pero creo que lo tomaron bien. Recibíamos cartas de ellos, en las que nos decían: "Che, qué bien les va!". Era una envidia sana, nada más que el normal deseo de poder estar allí.

-Contanos algo del viaje.
-Pasé momentos increíbles. Conocí personas y lugares que no imaginaba conocer. Por ejemplo, nos hicimos muy amigos de Jackie Stewart. Fuimos a ver las carreras juntos en Montecarlo, fuimos a almorzar con él en Inglaterra y nos invitó a su casa, en Ginebra. Actualmente Nando está allá con él. Va a hacer un curso de automovilismo (el 26 de junio corrió una carrera de turismo de carretera en Londres). Jackie es un tipo generoso, agradable, simpático. y no sólo un buen corredor. Conoce a todo el mundo: en Mónaco se tomó la molestia de invitarnos a cenar con Carolina y Alberto de Mónaco.

-¿Cómo son?
-Carolina es una chiquilina todavía. Tiene diecisiete años. Es simpática, macanuda. Me impresionó más el hermano. Nos trataron bárbaro. Al otro día nos invitaron a una recepción en el palacio. Cuando Grace Kelly nos vio nos abrazó, imaginate, y nos dijo lo contenta que estaba de que sus hijos nos hubieran conocido. Algo increíble, realmente. Allí conocí a Elizabeth Taylor: me pareció árida. David Niven, en cambio. es un tipo sensacional; nos aconsejó respecto de la gente con la cual podíamos hacer la película. Philip Niarkos, el hijo de Tina livanos, la ex mujer de Onassís, nos invitó a navegar en su barco. Recibimos también la calidez de la gente sencilla: en Portofino un pescador que no sabía qué regalarme me dio una cajita de fósforos en la que escribió: "Al montañista ti doy il mío afecto de corazone". Un taximetrero al llegar al hotel, no me quiso cobrar, y ante mi insistencia por pagarle me dijo que no lo ofendiera y que aceptara lo único que tenía para darme: un mapa de la ciudad.

-¿Qué hay de la película?
-Hay gran interés en hacerla: demasiado interés, demasiadas ofertas. Junto con los derechos del libro, la editorial Lippicott compró cualquier otro derecho; incluido el de la película. Es por eso que nosotros no podemos intervenir prácticamente en nada, salvo, claro está, en exigir que sea verídica: a la filmación irán tres de nosotros como supervisores. Se está buscando un director, un tipo que sea capaz de hacer valer la realidad. Todavía no se sabe si se va a filmar en España o en Estados Unidos. A mí lo que me interesa es la verdad, que se logre una película que haga sentir, por lo menos, lo mismo que el libro. Nosotros no vamos a actuar.

-A casi dos años del suceso, ¿no sentís como si todo eso le hubiera pasado a otro?
-Si. En general lo siento asi. Pero de repente hay cosas, un ruido, el olor a sintético que tienen los aviones, que te recuerda todo, te hace volver.

-¿Te han molestado los malos sueños, las pesadillas?
-Nunca los tuve. El problema se superó en la montaña. El verdadero problema es el temor a la muerte, poder convivir con la muerte, ver muertos continuamente. Pensás que tú, que estás vivo, te estás sirviendo de otro que está muerto. Es decir, que si somos iguales, pero yo estoy vivo y el otro está muerto, mañana quizás yo esté igual que él. Ese temor a la muerte, como a algo desconocido, es lo que aterra a la gente.

-¿Y a vos?
-Estábamos tan acostumbrados a la idea de morirnos que no teníamos ese problema. Te acostumbrás
a tenerla tan vecina que lo inexplicable pasa a ser otra cosa.
La montaña siempre estuvo allí. Ella me dejó salir. Con eso estoy contento. Allá arriba me preguntaba continuamente: "Pucha, ¿cómo voy a poder salir de acá?" y siempre me respondía a mí mismo: "Tengo a Dios, que es mi amigo, y él es el dueño de la montaña".
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