La erupción volcánica del Nevado del Ruiz


En ocasiones, los distintos procesos naturales pueden producirse de manera violenta. Las fuerzas naturales se desatan, afectan a los asentamientos humanos y las actividades económicas, produciendo una catástrofe o desastre natural. Se denomina riesgo natural a la posibilidad que tiene un espacio geográfico de sufrir las consecuencias violentas de un proceso natural; por ejemplo, San Juan y Mendoza tienen alto riesgo sísmico. En América, los complejos procesos de la naturaleza generan diversas catástrofes naturales: Erupciones volcánicas, en particular en el llamado cinturón de fuego del Pacífico, que coincide con las altas cordilleras del oeste. 

La erupción volcánica del Nevado del Ruiz 
El caso de Nevado del Ruiz debe ser una lección para todos los gobiernos. Los estados tienen que desarrollar tecnologías que permitan enfrentar los riesgos: estudios científicos sobre los fenómenos naturales, mapas de riesgos, instrumental para medir las fuerzas de la naturaleza. También, tienen la obligación de preparar a la población que vive en áreas de riesgos naturales para enfrentar esos desastres, brindándole información que le permita saber cómo actuar en tales casos, y así disminuir la pérdida de vidas humanas. Las escuelas pueden colaborar con la función informativa en estas situaciones. 

Casi un año antes de la tragedia, la cumbre del volcán había empezado a inquietar a los científicos, a las autoridades y a los habitantes de la zona de influencia. A las emanaciones de gases, vapores de agua y algunos flujos de magma siguieron trepidaciones más frecuentes de la montaña nevada que finalmente rugieron tras una fuerte emisión de cenizas y arenas. 

Pero una evacuación era muy costosa. Hubo largos debates teóricos y, algunas horas antes del drama, una interminable reunión de las autoridades regionales, donde al final no fue tomada ninguna decisión. La comunidad de Armero no estaba preparada. Apenas visible cuando el tiempo es claro, el Nevado no era considerado como una amenaza y las destructivas avalanchas de lodo de los siglos pasados habían sido olvidadas. 

El 13 de noviembre de 1985 el cráter Arenas de la cadena volcánica Nevado del Ruiz, entró en erupción sepultando a 25.000 pobladores de Armero, un pueblo agrícola de los Andes colombianos. En esa noche se generó la mayor tragedia natural en toda la historia del país: Armero desapareció y el 90% de sus 25.000 habitantes murieron sepultados 200 kilómetros al oeste de Bogotá. 

El volcán se hallaba apagado desde 1845, y su última actividad volcánica de magnitud se había producido cuatro siglos atrás. En los días anteriores, los geólogos habían anunciado que el deshielo que se produciría al entrar en erupción el volcán, podría tener graves consecuencias. En efecto, el calentamiento provocado por las emanaciones de gases y cenizas del volcán originaron el deshielo de los glaciares que coronaban el cráter del Nevado. Las cenizas del volcán fundidas con el hielo, conformaron torrentes de lodo y rocas que aplastaron al asentamiento ubicado en el valle, por donde se encauzó la corriente. El lodo se solidificó sepultando a los sorprendidos pobladores. 

Como una tromba apocalíptica, más de 350.000 metros cúbicos de lodo, rocas, árboles y animales aumentaron paulatinamente el caudal de esa masa que se inició a 5.400 metros de altura sobre el nivel del mar, descendió por la cordillera andina, arrastró todo a su paso y llegó a los llanos del departamento del Tolima.


El gobierno colombiano no pudo rescatar los cadáveres y declaró al área campo santo, es decir, un cementerio común. El problema se agravó cuando los médicos anunciaron la existencia de un alto riesgo de epidemias, por la ausencia de agua potable. La ciudad blanca, como se conocía a Armero, por estar ubicada en un área de plantaciones de algodón, fue borrada del mapa por el efecto devastador de la catástrofe. La destrucción también alcanzó a las fincas rurales vecinas donde se cultivaba café, maíz y sorgo, y se criaba ganado.


Las cadenas de TV retransmitieron durante tres días la agonía de la pequeña Omayra Sánchez, de 13 años, sumergida hasta el mentón en lodo, atrapada entre los escombros de su casa. Hablaba con los socorristas. No se quejaba. Agonizó 60 horas en el fango y murió finalmente víctima de la gangrena gaseosa.
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