NEUQUEN.- La loca violencia de un changarín de vida miserable conmovió ayer al Neuquén, donde 10.000 personas marcharon por las calles de la ciudad, con la vista en el piso y el alma desgarrada, a enterrar a los tres jóvenes asesinados sin razón este fin de semana.
Dos últimos y tremendos detalles acabaron por sumir a todos en la desesperación: dos de los chicos aún estaban con vida cuando Julio Aquines, el presunto asesino, los quemó en una hoguera de ramas y hojas; y uno de ellos fue violado.
Acosado, Aquines intentó suicidarse ayer en su celda. No lo consiguió, aunque muchos de los que acompañaron los tres ataúdes hasta su sepultura en el modesto cementerio del Progreso seguramente le deseaban la muerte.
Tres jóvenes testigos lo reconocieron ayer en rueda de presos como el hombre que vieron a pocos metros del río Limay con la cara terrorífica de un asesino y un falso revólver 9 milímetros en la cintura.
En la tapera del changarín, la policía encontró armas blancas, la ropa ensangrentada que supuestamente usaba el sábado último y una mochila, tarros y cañas de pescar que pertenecían a las víctimas, según reconocieron sus familiares.
El juez del caso, Eduardo Badano, señaló que no hay ningún elemento que le permita suponer "la presencia de otra persona". La experiencia del triple crimen de Cipolletti, ciudad lindera con Neuquén, donde una aparente resolución inmediata se descubrió luego como una maniobra de encubrimiento policial, mantiene escéptica a la gente de la región, que aún desconfía de la versión oficial. "Yo no creo que haya otra persona, pero tampoco puedo dejar de creer cualquier cosa que tenga algún sustento -puntualizó el juez Badano, molesto por la insistencia de la prensa-. Si algo tiene sustento, se va a investigar."
Por ahora, Badano calificó el caso como homicidio reiterado en tres oportunidades, otras dos en grado de tentativa, privación ilegítima de la libertad y violación.
Los únicos que pueden contar la verdad son los dos niños de 11 años que sobrevivieron, porque Aquines los creyó muertos y ayer se recuperaban con éxito en el Hospital Regional Neuquén.
EL CRIMEN
Los cinco jóvenes terminaban de pescar el sábado último en la costa del río Limay bañada por el sol poniente cuando apareció Aquines, quien había ido expresamente a buscarlos.
En el camino había preguntado por ellos a Héctor Hernán Urra, Pierre Guardia y Adrián Cañupán, de 14 años, quienes ahora se han convertido en los testigos de cargo que ayer lo identificaron sin dudar.
Los tenía entre ceja y ceja.
El día anterior en un partido de fútbol, le habían pegado por accidente un pelotazo en la cara. En verdad, según contó Nicolás, uno de sus amigos, ninguno de los cinco había sido el autor de esta ofensa. Pero Aquines no pensaba lo mismo, a él le daba igual.
Ya el jueves último había asustado con un arma a los chicos que jugaban a la pelota en los alrededores de su casa.
Aquines era conocido por su violencia y crueldad.
Algunos vecinos de la zona recuerdan cómo atravesó con un hierro, porque sí, a un perro perdido en la calle.
Otros, más memoriosos y algo más indiscretos, comentan los castigos a que sometía a su mujer y a sus cuatro hijos, puertas adentro de su humilde casilla de madera.
EL "DUEÑO" DEL RÍO
Esta vez, con las cañas aún en la mano, los hermanos César (14) y Cayetano Correa (17), Carlos Trafipán (16), Juan Carlos Urra y Claudio Painebilú, ambos de 11, escucharon asustados cómo Aquines les echaba en cara no haber pedido permiso para usar la costa del río.
EL "DUEÑO" DEL RÍO
Esta vez, con las cañas aún en la mano, los hermanos César (14) y Cayetano Correa (17), Carlos Trafipán (16), Juan Carlos Urra y Claudio Painebilú, ambos de 11, escucharon asustados cómo Aquines les echaba en cara no haber pedido permiso para usar la costa del río.
Con la réplica de un arma nueve milímetros en una mano y un cuchillo en la otra, el presunto asesino se abalanzó sobre los más pequeños, a los que hirió de varias punzadas. Con eso consiguió controlar a los más grandes, a los que ató con los cordones de sus propias zapatillas.
Sangrando y entre lágrimas, los más chicos vieron cómo Aquines acuchillaba a los tres mayores. Luego, los cubrió de hojas y ramas y les prendió fuego, seguramente, con la idea de borrar los rastros de su crimen.
Según informó penosamente el juez Badano, los hermanos Correa aún vivían cuando Aquines los sometió al fuego. Así lo atestigua el humo encontrado en sus pulmones, informó.
Los más pequeños aprovecharon la distracción del changarín para huir del lugar y llegar, heridos y abrazados, a una escuela cercana, donde los vecinos del barrio celebraban una peña folklórica para reunir fondos para un viaje de egresados.
Así sobrevivieron. Claudio Painebilú, que sufrió cinco puntazos en la cara y en el cuello, podría salir del hospital en las próximas horas, se informó ayer en el nosocomio.
Su amigo Juan Carlos Urra, primo de los asesinados hermanos Correa, deberá permanecer aún bajo observación médica y conectado a un neumotórax, porque tiene un pulmón perforado.
CIUDAD DE LUTO
El barrio Valentina Sur, donde las cinco víctimas crecieron, lloró ayer a los hermanos Correa y al joven Trafipán, durante un velorio que parecía interminable.
Por el Centro Provincial de Educación Media Nº 49, la escuela de las víctimas, desfilaron funcionarios de la provincia con caras graves y palabras de pésame.
El gobernador Felipe Sapag no asistió -se recupera de una operación de una pierna-, pero envió a su ministro de Gobierno, Carlos Rosso, quien se preocupó por enfatizar que el crimen era obra de un solo hombre.
En el frente de la escuela, los compañeros de los muertos habían colgado carteles en su memoria. "Vamos a hacer justicia porque ustedes se lo merecen", prometía uno. "Donde estén, iluminen nuestro camino, ya que el de ustedes fue destrozado", suplicaba otro.
En verdad, la ciudad entera guardó luto. Las escuelas secundarias mantendrán hoy sus puertas cerradas y en Valentina Sur el asueto será total. Con banderas a media asta.
En cientos de automóviles, cinco camiones, ocho colectivos y seis Trafic rentadas por la Municipalidad de Neuquén, miles de vecinos acompañaron a paso de hombre los tres coches fúnebres hasta el cementerio del barrio Progreso, en un angustioso viaje final. .
Gabriel Pasquini
(Enviado especial)
0 comentarios:
Publicar un comentario
Todo lo que puedas aportar para mejorar este Blog será bienvenido. Opiniones, Historias, Fotos, etc. Puedes hacerlo también a mi e-mail: charlesfrancis1953@hotmail.com
Por todo; Gracias.-
Carlos