El caso del Sahel

El caso del Sahel: El hambre en el mundo en general yen la zona del Sahel en especial no es una catástrofe con un claro desencadenante. Se trata de una calamidad insidiosa que se ha convertido en un estado permanente, y que a lo largo de los años ha evolucionado en tragedia humana. Sahel, en árabe, significa «costa» u «orilla». Fue el botánico francés Auguste Chevalier (1873-1956) quien hacia 1900 generalizó este término para la zona que incluye el borde meridional del Sahara. Se trata de un área semiárida de transición entre el desierto y la sabana, que se extiende a través de África desde el Atlántico hasta el mar Rojo y una pequeña parte del océano Índico. Rigurosos períodos de sequía en este territorio han tenido consecuencias terribles para la población, que con intervalos de tan sólo unos pocos años padece continuas hambrunas. 
Esta situación de hambrunas crónicas es común a un grupa de países de la zona del Sahel: Senegal, Malí, Mauritania, Burkina Fasso, Níger y Chad.

Estos países tienen condiciones climáticas y naturales parecidas y san víctimas de la ofensiva del desierto, que ya ha devorada la mitad de su territorio. Tienen un pasado colonial común y la mayoría continúan prisioneras en el embrollo de la dependencia neocolonial. Los rasgas sociales, geográficas, climatológicas e históricas de este grupo de países permite afirmar que el problema del hambre tiene los mismas orígenes en todos (con variaciones insignificantes). Y hay diversas elementos de carácter social que aún lo hacen más grave. 

En la mencionada región se registra una reducción constante de la población rural, mientras que la productividad del trabaja agraria no tan sólo no crece, sino que incluso tiende a disminuir. Otra ejemplo alarmante es el abandona del campo par parte de la juventud, hecha que priva a la agricultura de la mano de abra can más rendimiento. 

Entre el resto de causas importantes de las crisis alimenticias en el área saheliana, hay que citar también el clima desfavorable, la escasa fertilidad del suela tropical y el problema del agua, porque no hay sistema de irrigación y el Estado concede poca atención a este factor. De todas formas, y pese a la importancia que tienen los factores climatológicas y naturales, éstas no llegan a ser decisivos. Con un verdadera interés internacional y un esfuerza par parte de las países ricas se podrían financiar proyectas para impedir la desertización del suela y fomentar el aprovechamiento del agua. Convendría, también, que hubiera un verdadero cambia en las estructuras económicas mundiales y unas nuevas relaciones en el comercio internacional que eliminaran la dependencia de los países subdesarrollados. 

El hambre, un mal extendido 
En el África moderna el hambre es un mal muy extendido. Muchos países del continente no están en condiciones de producir suficientes alimentos para su población. Por ello, sus habitantes están supeditados a las importaciones, para las que a su vez no se dispone de suficientes medios financieros. Eso significa que dependen de la benevolencia de las naciones ricas industrializadas que les apoyan en forma de ayuda al desarrollo. Pero la ayuda al desarrollo no es meramente altruista, es también un negocio, ya que se devuelve con un pago de intereses continuo. 

Algunos de los factores que sobre todo en la zona del Sahel han desempeñado una y otra vez un papel decisivo son las sequías, la aridez del suelo, ya de por sí muy seco, las oscilaciones del clima, la erosión y los ataques de parásitos, en especial las bandadas de langostas; todo ello produce la pérdida continua de las cosechas con catastróficas consecuencias para la población. 

A esas condiciones naturales que el ser humano se ha visto obligado a afrontar allí desde siempre, se unen otras causas importantes de la escasez de alimentos, como es por ejemplo la inestabilidad política con enfrentamientos armados, sobre todo guerras civiles en las que el hambre se emplea intencionadamente como estrategia bélica. Pero también la corrupción y la mala economía unidas a una política comercial desastrosa para la agricultura africana son elementos clave del hambre y el sufrimiento de la gente. 

En otras partes del continente negro también resulta entre tanto decisiva la epidemia de sida, que al diezmar a gran parte de la población trabajadora tiene efectos económicos sobre la agricultura y por lo tanto sobre la alimentación de los habitantes. Según datos de la ONU, desde 1985 han perecido 7 millones de agricultores en 25 países africanos; otros 15 millones de personas están amenazados de muerte.

Entre la sabana húmeda y el Sahara 
La zona del Sahel abarca un territorio de 3 millones de km2. El cinturón seco se extiende desde el Atlántico hasta el mar Rojo y una pequeña franja del océano Índico. En esa zona se encuentran diferentes regiones (por ejemplo, el norte de Senegal, el sur de Malí) de diez estados: Senegal, Mauritania, Malí, Burkina Faso. Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Etiopía y Eritrea, que, sin excepción, se cuentan entre los más pobres del mundo. El borde meridional de la zona del Sahel forma la sabana espinosa, que luego pasa a ser la sabana seca y después la húmeda, la cual se une finalmente por el sur a la selva tropical. 

El borde septentrional de la zona del Sahel llega hasta el Sahara y tiene por tanto un clima cálido y seco. Según esta distribución, los diferentes territorios reciben más o menos precipitaciones, que oscilan entre los 20 mm. al norte y los 500 mm. al sur, sobre todo en época de monzón, de los meses de junio a septiembre. Desde comienzos de la década de 1960, esas precipitaciones son cada vez menores y el Sahara avanza insidiosamente hacia el sur. La temperatura media es relativamente alta, unos 20 ºC, por lo que la escasa lluvia que cae en los pocos meses húmedos sufre una fuerte evaporación. La propia tierra absorbe muy poca humedad. Las consecuencias son las sequías, la pérdida de cosechas y el hambre. 

Exceso de población y de pastoreo 
Las escasas precipitaciones de las últimas décadas por una parte y la enorme explosión demográfica por otra, unidas a la existencia de ganados cada vez mayores, han causado un excesivo pastoreo en la ya de por sí parca vegetación. El número de reses, que ha aumentado intensamente, se come las pocas plantas con raíz incluida. Además, los animales pisotean el suelo duro y seco, que se hace más denso y por tanto más propenso a que el viento arrastre su capa superior; el desierto se expande. 

De vez en cuando ha habido períodos más ricos en lluvia, por lo que los campesinos, que en principio eran nómadas, ya no se trasladan con sus ganados en pos de la humedad, como hacían en siglos anteriores, y en cambio se fían de las perforaciones de pozos. 
También las zonas de cultivo se extienden cada vez más hacia el árido norte, haciendo necesario el riego artificial. Como consecuencia, también aquí se ha perforado una cantidad jada vez mayor de pozos y, lo que es peor, sin planificación, algo que con el paso del tiempo produce una reducción drástica del agua freática. El equilibrio ecológico de ese cinturón seco se ha alterado sensiblemente, lo que ocasiona el avance de la desertización, es decir, del Sahara. 3ntre 1968 y 1973 especialmente, así como de 1982 a 1984, esto condujo a la catástrofe. El hambre y las enfermedades infecciosas costaron la vida a miles de personas. Muchos de los Tuareg que vivían en el Sahel se trasladaron al sur tras perder sus ganados y se instalaron en las míseras periferias de las ciudades del borde meridional de esa zona. 

El sector agrícola en el mundo ha tenido en 2007 una producción record de 2.300 millones de toneladas, un 4% más que el año anterior. Desde 1961 la producción mundial de cereales se ha triplicado, mientras que la población se ha duplicado. Las personas consumimos menos de la mitad de esta producción mundial, la mayor parte se utiliza para consumo animal, y cada vez más, para biocombustibles. "Hemos permitido que los alimentos sean transformados de algo que alimenta a las personas y les asegura el sustento, en una simple mercancía para la especulación y los negocios", indica Grain. La última gran hambruna de la franja del Sahel fue en 2005. Se trata de "emergencias cíclicas", predecibles, que no surgen por sorpresa y que pueden evitarse con los recursos que la humanidad tiene en el siglo XXI. Un asunto de ética y desarrollo humano.

Sin lluvia no hay cosecha ni dinero, sólo hambre: El responsable a nivel internacional de los programas de alimentación y de la distribución de alimentos es Naciones Unidas. Toda persona debería disponer diariamente de 2100 calorías. En períodos de hambruna eso supone tener que llevar a los territorios afectados, con la mayor brevedad, toneladas de alimentos en forma de arroz o maíz, lentejas, alubias, aceite y cantidades más pequeñas de sal y azúcar. Ello crea, entre otras cosas, un gran problema de logística. 

El transporte por los territorios en guerra es a menudo imposible por cuestiones de seguridad; la consecuencia es una inminente escasez de alimentos. Niños y ancianos sufren desnutrición crónica. La situación es alarmante en Níger, pero también en Malí, Mauritania o Burkina Faso, y las reservas están agotadas. En las últimas décadas no son tantas las personas que han muerto de hambre en sí, aunque debilitadas por el hambre y la continua desnutrición y a causa de las secuelas de infecciones como la tuberculosis, el tifus y últimamente el cólera han muerto cientos de miles. También ha muerto el ganado; sólo en Mauritania se perdieron 1,6 millones de reses y hubo que traer nuevos rebaños.

La zona del Sahel se ha extendido en los últimos años hasta las islas de Cabo Verde. El poder colonial portugués taló la madera de todas las islas dando lugar a la erosión del suelo, y donde no hay árboles cada vez llueve menos. También Gambia, antigua colonia británica, está amenazada por la desertización. Cada vez se pierden más cosechas. Fuentes: Grandes Catástrofes de la Historia Actual Historia del Mundo Contemporáneo Diario El País Wikipedia - Enciclopedia Encarta
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