Pero la primera mala noticia llegó cuando los chicos se acercaron a la boletería del estadio y comprobaron que las entradas para el recital se habían agotado. No obstante, una gran cantidad de jóvenes se quedaron en la vereda lindera al estadio, evaluando las distintas posibilidades de poder acceder a ver el concierto.
Mientras esto ocurría, un grupo de policías se acercaba a paso firme con el fin de desarrollar una razzia entre las personas que se encontraban en las cercanías al estadio Obras. El trato de los oficiales fue severo y poco amable, incluso con las chicas que permanecían en el lugar, y después de solicitar los documentos de los jóvenes, la policía decidió trasladar a un total de setenta y tres de ellos a la comisaría 35° de Núñez, ya que ninguno de ellos tenía entrada.
El episodio, para Walter que sólo tenía 17 años y no sabía lo que era un calabozo, al igual que para muchos que fueron trasladados en el camión celular, seguramente iba camino a convertirse en una interesante anécdota que sería contada a sus compañeros de clase durante días. Sin embargo, aquella detención significó el punto final para la vida de Walter.
Una vez llagados a la comisaría 35°, Walter fue ingresado en una celda junto a otros diez jóvenes menores como él. Poco después comenzaron las golpizas, tan fuertes e inhumanas que una semana después le provocarían la inevitable muerte.
A la mañana siguiente de ser detenido, Walter fue derivado al Hospital Pirovano, donde se diagnosticó que presentaba traumatismo craneano. Cinco días más tarde, precisamente el 26 de marzo, después de haber sido trasladado al Sanatorio Mitre para su tratamiento y por pedido de sus padres, el joven ricotero de 17 años dejaba para siempre esta vida, generando una gran polémica en torno a la labor de la Policía Federal.
Las investigaciones posteriores sembraron notables dudas en torno a las autoridades policiales, ya que a pesar de que en principio su muerte fue declarada por un aneurisma cerebral no traumático, lo cierto es que la posterior autopsia dio como resultado que Walter había sido golpeado en la cabeza, en el torso y en los miembros con objetos contundentes. Incluso, un médico de guardia del Hospital Pirovano aseguró que el joven, antes de perder el conocimiento, le había asegurado que fue golpeado por la policía.
Si bien en un principio fue acusado el ex comisario Miguel Ángel Espósito, aún hoy, a veinte años del asesinato de Walter no hay ningún condenado en la causa.
El Estado ha pagado una indemnización a la familia del joven, pero los culpables todavía continúan libres.
Y a pesar de todo la abuela de Walter, doña María, aún sigue creyendo en la Justicia y no se resigne a impunidad, por eso siempre repite: “Si no hubiera confiado en la Justicia, hubiera aprendido a manejar un revólver”; mientras suena de fondo “Juguetes perdidos”, la canción que los Redonditos de Ricota compusieron en homenaje a Walter.
Fuente Consultadas: Graciela Marker Para Planeta Sedna
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